lunes, 17 de mayo de 2010

LA NOCHE ME CONFUNDE


El señor gordo que aparece en la fotografía es Agustín de Foxá, conde de Foxá (1903-1959), político, diplomático y calavera profesional. Ahí lo tenemos abrazando al torero Manolete (que no es Adrian Brody, por mucho que a alguno se le parezca). Foxá fue un cachondo mental de profesión, protagonista de decenas y decenas de anécdotas jugosas y golfas.
Tuvo sus escarceos con la política, y, de hecho, fue uno de los letristas del "Cara al Sol", aunque nunca perdió un cáustico sentido de la realidad, propio de todo genio. Defenía de esta guisa al Frente de Juventudes de la Falange: "unos niños vestidos de gilipollas detrás de un gilipollas vestido de niño".
A pesar de todo, el Gobierno Franquista contó con él para numerosas misiones diplomáticas. En todas las legaciones Foxá dejaba fama de mujeriego, vividor y amante de los buenos licores. Célebre es la anécdota que cuenta como, estando en un baile de una embajada de sudamérica, Foxá, que ya llevaba encima un melocotón importante, se acercó a la persona que estava a su lado y, muy cortésmente, dijo:
- Bella señorita, ¿me concede usted el honor de bailar conmigo este vals?
- Por última vez, señor Foxá, no le concedo este vals por tres razones: una, porque está usted borracho; dos, porque esto no es un vals si no el himno nacional del Paraguay tres, porque yo no soy una "bella señorita" si no el nuncio de su Santidad el Papa.
Grande Foxá. Muy grande.

lunes, 3 de mayo de 2010

LA TEOLOGÍA DEL REGGAETON


Perrea, perrea. Vivímos en un mundo de lo más hortera, pero no creo que al decir esto nadie se sorprenda. Ya en el pasado siglo el gran político de la Restauración Manuel Silvela escribió un magnífico libro ("La Filocalia") en el que clamaba contra la costumbre de coleccionar conchas de playa y secar pétalos de rosa entre las páginas de los libros. Si aquello le parecía hortera al bueno de don Manuel, hoy yo no sé qu diría después de ver un capítulo de "Bodas Cruzadas" en Cuatro.


El siglo XX podría perfectamente llamarse "El Siglo de lo Feo", y de eso, amadísimos lectores, no se salva ni Dios. Literalmente. Yo no sé si será culpa del Vaticano II, de las fuerzas de las Tinieblas o del éxito sin precedentes de la Teletienda; pero la triste realidad es que, hoy en día, ni siquiera los clérigos están a salvo de la tendencia colorista, kitsch y regaetonera que nos tiene asfixiados en horterez. Valga para muestra el siguiente catálogo del horror aunque, advierto, no es apta para personas con un mínimo de buen gusto. Que Dios nos coja confesados, osea, hermanos.


1.MODELO 1: El cura scotch-britte. Por qué es mala idea hacerse sotanas con los restos de la balleta del fregadero.





















2. MODELO 2: FUI A PORTUGAL Y EN VEZ DE COMPRARME TOALLAS ME AGENCIÉ ESTA PRECIOSA SOTANA.

















3. MODELO 3: LA ESTOLA FLOWER-POWER: PARA VENCER A SATANÁS CON UNA SONRISA Y MUCHO BUEN ROLLO.





















MODELO 4. POR ÚLTIMA VEZ: EL AZUL NO HACE PARECER MÁS JOVEN.














MODELO 5: POR QUÉ ES MALA IDEA ORDENAR OBISPO A UNA BURBUJA DE FREIXENET (Y AL LORO LA PERCHA DE DISEÑO QUE ME LLEVA DE BÁCULO LA AMIGA)
















MODELO 6: LA SOTANA "BIENVENIDOS", CONFECCIONADA CON LOS FELPUDOS MÁS ACOGEDORES DE CADA PORTAL (Y TIENE LA VENTAJA DE QUE TAMBIÉN PUEDE SER USADA COMO ALFOMBRILLA PARA LA DUCHA)












MODELO 7: LA MITRA "ARCO IRIS" (O EL MOTIVO POR EL CUAL DIOS DIJO AQUELLO DE "MÍA ES LA VENGANZA")














MODELO 8: LUCAS 23, 34: "PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN"















Y, PARA TERMINAR, UN DESFILE PROTAGONIZADO POR MONSEÑORA KATY SCHORI, PRESIDENTA DE LAS CONFERENCIA EPISCOPALIANA DE LOS ESTADOS UNIDOS, LA AGATHA RUIZ DE LA PRADA DE LA CRISTIANDAD.

domingo, 25 de abril de 2010

JUNG Y DARTH VADER




Ahora que tengo un blog y que por lo tanto me he convertido en el referente cultural de tantos y tantos internautas sumidos en la confusión, he optado por dedicarme a temas elevados y de gran enjundia cultural. Que tiemble Belén Esteban: su estatus como faro cultural de occidente está en serio peligro.
Según Joseph Campbell (1904-1987) hay una cosa que tienen en común Harry Potter, Han Solo y Frodo Bolsón, y no sólo el hecho de que a los tres los vista Lord Voldemort, Darth Vader y Sauron (es decir: sus peores enemigos); si no algo mucho más profundo y deshuevante: los tres son un mismo héroe pero con distinto rostro.
No hay nada nuevo bajo el sol: en la corte del Rey Sol ya se bebía gaseosa, los Caballeros Templarios ahogaron Europa en letras de cambio y los antiguos griegos ya jugaban al bingo, como las señoras. Lo mismo ocurre con la imaginación humana. Todo está inventado. Es triste, pero es cierto.
Decía Séneca que sólo existen 34 combinaciones posibles en una obra de ficción -sea del género que sea- y, que más allá de eso, es imposible crear nada nuevo (y viendo las últimas películas del cine español hay que reconocer que tenía toda la razón, el jodío). En los epígrafes de "El Nombre de la Rosa", Umberto Eco llega a la conclusión de que en la literatura de misterio (lo que los ingleses llaman "whodunit", "¿quien lo hizo?"; qué jodíos ellos también) sólo hay un final que aún no ha sido utilizado: que el asesino sea el lector; y sólo por la imposibilidad física de tal supuesto. En resúmen, que a la deprimente conclusión que llegamos es que en lo que se refiere a la creación literaria, el autor no puede dar más de sí más allá de lo que ya existe: no por incapacidad, ojo -que también puede ser: ahí está Dan Brown para demostrarlo- si no porque es absolutamente imposible.
La novedad ya no está a nuestro alcance como autores. Los libros y películas que lo petan en las taquillas y en el Corte Inglés no son más que reelaboraciones de temas que tienen miles de años de antigüedad: Harry Potter, los vampiros nenaza de "Eclipse", la excesiva saga de la Tierra Media, las Guerras de las Galaxias... Todo son el producto de una ecuación. ¿Qué ecuación es esa? Es lo que el padre de la psicología Carl Jung llamó arquetipos.
Y se preguntará el lector: ¿lo queeeee? (el lector que haya tenido la peciencia de llegar hasta aquí, que ya es echarle ganas, oiga). Pues bien, desorientado amigo: un arquetipo, para decirlo con sencillez, es una idea que se aloja en lo más profundo de nuestra psique y es común a todos los mortales: una especie de marca de fábrica que todos tenemos incrustada en el cerebro, como esas muñecos que dicen una frase cuando se les tira de una cuerda o se les da a un botón. ¿Y quién puso ahí nuestros arquetipos? ¿A ver, venga, quien fué el listo? No se sabe. Según Jung y su discípulo Joseph Campbell el orígen de los arquetipos estaría en nuestras ocultas pulsiones psicológicas: miedos nocturnos, complejos de Edipo, frustraciones y toda esa mierda.
Otros autores como Vladimir Propp piensan que en realidad todos esos elementos comunes del relato de ficción no tienen un orígen psicológico, si no histórico: son el reflejo de costumbres y realidades seculares, casi míticas. Hay una frase en su obra "las raíces históricas del cuento" una frase muy lucha: "Antes de la Revolución (se refiere a la soviética) creíamos que el folklore era producto de la incultura y el sometimiento de las clases bajas; ahora sabemos que es algo más: es el recuerdo de los orígenes y costumbres de una sociedad". Se puede decir más alto, pero no más claro.
Para Propp todos los cuentos de hadas (y, por definición, cualquier ficción) siguen un mismo patrón de arquetipos que reflejan una realidad remota, a veces olvidada: la Princesa, el Héroe, los enanos, las brujas, las hadas... todo ello es la transformación de una realidad en fantasía. Si a los hallazgos de Propp les añadimos los estudios comparativos de James Frazer nos damos cuenta de que esos mismos arquetipos están presentes a lo largo de todo el globo: no sólo hay enanos en la Tierra Media: también existen en el imaginario japonés, azteca, congoleño y hasta en las leyendas populares de Soria capital. Lo mismo puede decirse de los dragones, las brujas, las manzanas envenenadas y las diferentes versiones de "Madrileños por el mundo". El cuento de la Cenicienta ya se escribió antes en Pekín, y mucho antes en Antananaribo: la Cenicienta podía llamarase de muchas maneras: Cenicienta, Chu Lin, Unga-Donga, María Dolores... Pero siempre es la misma pringada que le hace de chacha a sus hermanas y luego da un braguetazo monumental.
Y volvemos a Darth Vader, Harry Potter y demás. Todos ellos, insisto, son el mismo héroe; y su cliclo heróico es idéntico siempre. Tal y como establece Campbel en "Las Mil Caras del Héroe", el camino vital del protagonista de una saga siempre tiene el mismo patrón, que resumo aquí: 1-La vida del héroe en su ambiente habitual. 2-Planteamiento del conflicto o llamada de la aventura. 3-Encuentro con el mentor sabio (v.g: un Gandalf el Gris, un Obi Wan Kenobi, un Iñaki Gabilondo...). 4-pruebas, aliados y enemigos. 5-prueba dificil o traumática. 6-recompensa, camino de vuelta y resurrección. ¿Les suena? Lógico: es un esquema del argumento del 90 por cien de las novelas y películas que venden en la Fnac.
Y uno se preguntará: ¿si son todas iguales, por qué tienen tanto éxito? Precisamente por eso: porque son todas iguales, y porque satisfacen la sed de nuestros "arquetipos". O bien: ¿si son todos iguales, por qué unas se convierten en un fenómeno de masas y otras no? ¿Por qué medio mundo tiene camisetas de "Harry Potter" y no de "Las aventuras de Merlínez, el Niño Mago"? Ah, amigo, ahí ya influye la habilidad que tenga cada autor de combinar los arquetipos haciendo que parezcan algo nuevo. O, dicho de otra forma: que no es lo mismo copiar que interpretar. Y ahí queda eso. Feliz día del libro.

jueves, 22 de abril de 2010

UN RÁNKING IRREVERENTE: ¿QUIÉN FUE EL PEOR PAPA DE LA HISTORIA?


Pues menuda preguntita. En 2000 años de andaduras pontificas, la Cátedra Vaticana ha dado lugar a todo tipo de engendros. También a mucho santo, por supuesto, pero dado que lo que en esta ocasión nos interesa es la rechifla y la mala baba, dejaremos a los santos en las alturas e indagaremos por ambientes más subterráneos y jugosos.
Así pues, repetimos (como las natillas): ¿quién ha sido el peor pontífice de todos los tiempos? ¿El más incompetente, corrupto, maquiavélico y malo malísimo? Tenemos donde elegir. Alguno podría incluso tirar las patas por alto y decir que el peor papa de la Historia del Mundo no fue otro que el primero: San Pedro. ¡Ala! ¡Toma! ¡Qué burrada! Pero pensemos un segundo: ¿por qué no? ¿Acaso no negó san Pedro tres veces a Cristo? ¿No salió corriendo de Roma para evitar su martirio hasta el punto en que se le tuvo que aparecer Jesús en persona para decirle: "ya está volviendo ahora mismo si no quieres que te de para el pelo, sinvergüenza"? Si así se las gastaba con el Hijo de Dios, ¿cómo sería con los demás? Ya se sabe que Pedro y Pablo (no Mármol y Picapiedra, leches: me refiero a los apóstoles) se llevaban peor que Pedro Ruiz y María Antonia Iglesias; tanto es así que san Pedro no fue a Roma tanto para predicar altruístamente como para controlar a su díscolo colega de apostolado quien, por lo visto, andaba diciendo por ahí cosas que a Pedro no le gustaban nada. Menudo pájaro debió de ser el Pescador de Hombres, pero, en fin, si Dios mismo lo ha perdonado hasta el punto de darle las llaves del Cielo, nosotros tampoco vamos a enmendar la plana a la Sacra Voluntad. Así que no: Pedro no ha sido el peor Papa.
¿Entonces quién? ¿Quizá Sergio III (+ 911), que entregó la tiara pontificia a su amante, la superfurcia Marozia, con la cual engendró varios hijos -entre ellos un futuro papa-; que se vendió a los intereses políticos de la nobleza romana (por algo más que un plato de judías, eso sí) y qie fue el iniciador del negro periodo de la historia eclesiástica conocido como "pornocracia" (y ahí es ná)? Papeletas, desde luego, las tiene todas. Pero ya lo dice el evangelio: "por sus obras los conoceréis". No todo el legado de Sergio III fue tan nefasto: durante su pontificado se fundó la abadía de Cluny: la luz más brillante de la Europa Medieval. Sergio III se queda en malo, pero no alcanza ni de lejos el rango de supervillano de cómic.
¿Y que tal Alejandro VI, el papa Borgia? Coño, si es que nada que salga de Gandía puede ser bueno: ¡si es allí donde está la discoteca Coco-Loco! Utilizó el papado para colocar a todos su hijos y colmar la ambición desmedida de la familia Borgia. Fue simoníaco y fornicador (aunque asombrosamente fiel a su concubina de toda la vida). Durante su pontificado el Vaticano se convirtió en la sede de la primera "cosa nostra" de Italia, cambiando indulgencias por "ofertas que no se pueden rechazar" (Vito Corleone dixit). ¿Fue malo? Sin duda, pero no el peor. Además, ¡qué cojones!, era español, y ya se sabe que los españoles donde vamos la liamos parda, pero sin mala intención.
¿Y León X? ¡Menudo elemento! El papa Médicis. De él dijeron sus contemporáneos que dilapidó tres papados: el suyo, el de su antecesor y el de su sucesor. Provocó el cabreo de un monje agustino llamado Lutero, con las consecuencias que todos sabemos (y si no que se lo digan a César Vidal). Pero también llenó Roma de artistas chulísimos: Bramante, Rafael y Miguel Ángel entre otros. Venga, va, le perdonamos.
¿Entonces quien? ¿Urbano VII, que condenó a Galileo? ¿Silvestre II, que tenía fama de brujo y pitoniso? ¿Benedicto XIV, que fue sin duda el papa más carca de la Historia de la Iglesia (que manda huevos)? No, no y no. La respuesta en realidad está clara: el peor papa de la Historia de la Iglesia fue... (tachán, tachán): ¡Juan XII!
¡Ostras! ¿Peor que Alejandro VI? ¿Peor que León X? Sí, peor, mucho peor: peor que el peor papa, el peor ayatolá y el peor dalai lama juntos.
Llegó al trono pontificio en el 955 con... ¡16 años de edad! De modo que lo único que podemos decir en su defensa es que no tenía ningún interés en ser papa. Un chaval de 16 años lo que tiene que estar es oyendo a los Tokio Hotel o colándose en Pachá con el carné falso de su primo, no rigiendo los destinos de la Cristiandad; que a esa edad ya se sabe: mucha hormona y mucho cachondeo. Juan XII convirtió el Vaticano en un "after" donde no había chorba que estuviese a salvo de las manos largas del pontífice. Entregó el poder de la Iglesia al emperador alemán a cambio de dinero. Él mismo reconoció su total desinterés y desconocimiento por los temas teológicos y religiosos. Fue acusado de incesto (le metería mano a alguna prima durante alguna orgía vaticana) y simonía y cuando la nobleza romana se rebeló, huyó de la ciudad llevándose a cuestas los tesoros del óbolo de San Pedro (recaudados para obras de caridad). Murió, a los 26 años, asesinado por un marido celoso que lo sorprendió en la cama con su mujer. Menuda joyita. Fue un pontificado de diez años de duración durante los cuales no hizo absolutamente nada bueno, aunque sí sentó un precedente que se mantandreía a lo largo de siglos hasta el día de hoy: fue el primer papa que se cambió de nombre al ser coronado: su verdadero nombre era Octaviano.
Por lo demás, creo que ya tenemos ganador: el peor papa de la Iglesia Católica ha sido, es y será Juan XII. Aunque, claro está, se admiten sugerencias.

martes, 16 de marzo de 2010

RÉQUIEM PARA DOS PORTEROS


Pedro Muñoz Seca (1879-1936), dramaturgo español, recibió una vez una petición extraña: el matrimonio de porteros de su edificio había fallecido recientemente, y sus hijos querían que el insigne escritor les dedicara un epitafio rimado para añadirlo a su esquela. Muñoz Seca, sin pensarlo mucho, improvisó los siguientes versos:
Fue tal su laboriosidad
y la virtud de los dos
que están con seguridad
en el cielo junto a Dios.
Muy bonito y emotivo. El problema era que el epitafio debía ser aprobado por la diócesis antes de ser publicado, y el obispo de turno adujo que Muñoz Seca no era nadie para decir quien iba al cielo y quien no, que eso era un designio exclusivamente divino y que, en resúmen, su epitafio rozaba la herejía. Así las cosas, el dramaturgo escribió una segunda versión que decía así:
Se fueron los dos en pos
donde va siempre el que muere.
Pero no están junto a Dios
porque el obispo no quiere.
El obispo se agarró un cabreo digno de un patriarca bíblico al leer esta nueva versión y, como es de suponer, la vetó con la misma intransigencia preconcilar con que había vetado la primera. Ya algo mosqueado, Muñoz Seca envió a la archidiócesis una tercera versión de la esquela en la que se podía leer:
Flotando sus almas van
por el éter débilmente
sin saber qué es lo que harán,
porque desgraciadamente
ni Dios sabe donde están.
En resúmen: que al final los porteros se quedaron sin epitafio. Con la Iglesia hemos topado.

QUIERO SER COMO BEECHAM


Sir Thomas Beecham (1879-1961) fue un músico inglés. Muy inglés. Tremendamente inglés. Tan inglés, de hecho, que tuvo la ocurrencia de fundar la Real Filarmónica de Londres y además fue director artísitico de la Ópera del Covent Garden. No nos sorprendería saber que además se diese baños de té con pastas.
Como le sucede a muchos genios, sir Thomas Beecham fue un hombre extraordinariamente despistado. Estando en un hotel de Manchester se le acercó una dama a saludarlo.
- Sir Thomas, es usted el músico más sublime de toda Gran Bretaña. Soy su más ferviente admiradora -dijo la dama-. Estoy segura de que recordará el día que nos conocimos, ¿verdad? Fue en la fiesta de cumpleaños de mi hermano.
Sir Thomas no tenía ni pajolera idea de quien era aquella señora ni mucho menos su hermano. Pero como buen gentleman, trató de disimular.
- ¡Oh, por supuesto, por supuesto! ¿Y qué tal se encuentra su hermano? ¿Sigue trabajando en... lo suyo?
- Está muy bien, gracias -respondió la dama. -Y sí: sigue siendo el Rey de Inglaterra.
En otra ocasión sir Thomas ensayaba con la Filarmónica cuando, muy alterado, dejó de dirigir y exclamó:
- ¡Mal! ¡Muy mal! ¡El segundo trompeta está tocando demasiado fuerte!
- Maestro: el segundo trompeta telefoneó hace media hora para decir que llegaría tarde.
- Bien, pues cuando llegue díganle que toca demasiado fuerte.

domingo, 14 de marzo de 2010

COMO LLAMARLE ARROYO AL AMAZONAS...


Insultar es un arte. A Francisco Umbral le dijo cierta escritora que sólo tenía talento para el insulto. Ahí es nada. En una época en la que el arte del ninguneo ajeno pasa por sus horas más bajas -no hay más que echarle un vistazo a un debate parlamentario o a un día cualquiera en "Sálvame" para darse cuenta-, me viene a la memoria el genial exabrupto rimado que le dedicó el poeta Juan Pérez Creus (1909 - 1999) a la periodista Eugenia Serrano. Dice así:


Llamarte fresca pobre sonaría;
llamarte zorra, no daría tu talla
pues por puta te tienen las personas.

Y llamarte putísima sería
como llamarle cerro al Himalaya,
como llamarle arroyo al Amazonas.

Bellísimo. Que cada cual piense a quien se lo dedicaría.

jueves, 4 de marzo de 2010

EL EXTRAÑO CASO DE MOZART Y LOS ESPÍAS CHECOSLOVACOS



"Amadeus" (1984) fue una de las películas de más éxito de Milos Forman. Inspirada en un hipotético enfrentamiento entre Antonio Salieri y Mozart (que nunca tuvo lugar, por cierto), la película es todo un estudio sobre la locura y la obsesiva búsqueda de la inmortalidad.

En el papel del atormentado Antonio Salieri encontramos al actor F. Murray Abraham, cuya carrera posterior ha sido bastante irregular (si es que alguien cree que interpretar a un científico/espiritista/cazafantasmas loco en la terrible "13 Fantasmas" merece ser considerado parte de una carrera cinematográfica decente); sin embargo su interpretación de Salieri es como la copa Danone de nata y chocolate: roza la perfección.

Algunas localizaciones de "Amadeus" fueron rodados en Praga, por aquel entonces la capital del estado satélite soviético de Checoslovaquia. El equipo y los actores fueron alojados en un decadente hotel de la ciudad, tan pequeño que la mayoría se vieron obligados a compartir habitación. A Murray Abraham le tocó como compañero a un miembro del equipo demasiado aficionado a las peliculas de 007, y empeñado en ver espías comunistas por todas partes.

- Te apuesto lo que quieras a que la habitación está llena de micrófonos ocultos -dijo a Murray Abraham en una ocasión. El concienzudo émulo de James Bond puso todo el cuarto patas arriba hasta que, finalemente, bajo una de las alfombras, encontró una extraña placa redonda y metálica, atornillada al suelo.

- ¡Lo ves! ¡Lo sabía! Estos comunistas están grabando todo lo que decimos.

A pesar de que Murray Abraham no estaba muy convencido, se prestó a ayudar a su compañero a desatornillar aquel extraño artefacto y destruírlo. Con la ayuda de un cuchillo fueron quitando los apliques uno tras otro, con gran trabajo y dedicación. De pronto, al retirar el último tornillo, se escuchó un estruendo espantoso que venía del piso de abajo, como si hubiera reventado una cristaleria.

Lógico: el "micrófono" que los intrépidos cineastas habían desatornillado era el agarre de la lámpara de una de las suites del primer piso.

Murray Abraham cuenta que ante aquel hecho reaccionaron de la única manera posible: se hiceron los suecos y bajaron a cenar como si nada hubiera ocurrido. Faltaría más.

PELIGRO: DRAMATURGO SUELTO


El premio Nóbel José Echegaray (1832-1916) estrenaba en Madrid uno de sus dramones tremendos al que asistía como público Ramón del Valle-Inclán, con la sana intención de reventar el estreno.
En una de las escenas del drama uno de los actores, para describir a una mujer, dice: "tiene usted nervios de acero bajo una piel de seda"´; momento en el que Valle-Inclán se pone en pie y grita:
- ¡Eso no es una mujer! ¡Eso es un paraguas!
Gran escándalo. El público grita, patea o vitorea según sus preferencias. El vecino de butaca de Valle-Inclán le afea su conducta:
- ¿Y quién es usted, si puede saberse? -pregunta el escritor gallego.
- ¡Don José Echegaray es mi padre, señor mío!
- ¿Está usted seguro de eso?
A Valle-Inclán lo echaron a gorrazos del teatro. Un tratamiento nada sorprendente para un escritor, Valle-Inclán, que perdió el brazo en una reyerta de bar y a quien Pedro Muñoz Seca dijo una vez con tono paternal:
- Ay, don Ramón, no se esfuerze, que por más que se ordeñe usted la barba no le va a salir toda la mala leche que lleva dentro.

miércoles, 3 de marzo de 2010

HABLA, PUEBLO, HABLA


Más de las memorias de Ossorio y Gallardo, llenas de catetadas y cotilleos sobre el electorado rural de la España de principios del siglo pasado.
Cuenta Ossorio que cierto cacique de un ignoto pueblo mesetario se disponía a dar el salto a la política nacional. Sus paisanos le habían prometido apoyo electoral a cambio de que, cuando el cacique llegase a los altos puestos de gobierno, hiciera construir una carretera que comunicase el pueblo con la capital de la provincia. El día en que el futuro estadista abandonó el pueblo le agasajaron con una fiesta rica en chorizos, vinazos y cantos regionales. En el momento más emotivo de la fiesta, el alcalde se puso en pie y le dedicó al cacique un poema nacido de su propia inspiración que decía así:
"Serás pronto diputao
y también serás menistro.
Si no haces la carretera
ponte a bien con Jesucristo".
Con un electorado así, a ver quien tiene huevos para no cumplir las promesas electorales. Vaya plan.

...Y BENDITO EL FRUTO DE TU CARTERA MINISTERIAL



Los diputados de antes sí que los tenían bien puestos, no como los de ahora, que agarran el coche oficial hasta para ir a comprar el pan. Durante el reinado de Alfonso XIII los políticos que optaban a un asiento en el hemiciclo se curraban cada voto viajando de pueblo en pueblo. Don Ángel Ossorio y Gallardo (1873-1946), que fue ministro de Fomento durante el gobierno de Antonio Maura, cuenta en sus memorias como tuvo que acudir a un pueblo sito en lo más profundo de la profunda castilla, de nombre alucinante e impronunciable.

Los entrañables paletos alfonsinos no estaban acostumbrados a recibir a tan ilustres visitantes, y lo único con lo que contaban para engalanar el pueblo eran los adornos de la fiesta dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen, que celebraban cada año por todo lo alto. A pesar de ello, los aldeanos se pusieron su mejor boina y maquearon el pueblo de arriba a abajo para recibir al ministro visitante.

Ossorio y Gallardo relata como al llegar a dicho pueblo le salió al paso un grupo de hombres y mujeres de punta en blanco, que lo recibían bajo un enorme cartel en el que podía leerse:

¡BENDITA SEA TU PUREZA!

Por lo menos no se les ocurrió rezarle un rosario.

martes, 2 de marzo de 2010

¡ORDEN, SEÑORÍAS! (ESO ME LO DICES EN LA CALLE)


Quien ahora se escandalice al ver los follones que arman los diputados los días que hay sesión, podría consolarse pensando que los diputados de ahora resultan finos y hasta educados si los comparamos con los de hace algunos años. Cualquiera acabaría más zumbado que el pecho de un gorila o haciendo votos de clausura si tuviera que moderar una sola de las sesiones que tenían lugar durante la II República Española (1931-1936).
Un ejemplo: en las muy jugosas memorias de Manuel Azaña, encontramos un pequeño relato de una sesión cualquiera que nos hace pensar en que si ésos eran los Padres de la Patria, cómo saldrían los hijos. Dice así:
" (Santiago Alba) malintencionado como siempre, e inoportuno, también como siempre (...), tuvo la ocurrencia de llamarlos (a los socialistas) "genízaros". (Los socialistas creyeron que les había llamado "eunucos"). El escándalo fue tremendo. Se precipitaron sobre él para pegarle. Saltaban de banco en banco, rodaban por el suelo. Algunos agrarios y radicales hacían valla delante de Alba (...). Le gritaban "¡ladrón!" y otros insultos consonantes. La ex mujer de Alba, que no se pierde sesión, era la que más alto gritaba y coreaba los insultos de la mayoría".
Con semejantes diputados la única solución posible habría sido instalar una cámara en el hemiciclo y nombrar Presidente de las Cortes a Jorge Javier Vázquez.

¡SEÑOR, SÍ, SEÑOR!


Durante el reinado de Isabel II (1833-1868) el "lobby" que tenía la sarten por el mango era el de los militares. De todos los mostachudos generales que gobernaron a taconazos la España decimonónica, el más quinqui fue sin duda Ramón María Narváez, primer duque de Valencia (1800-1868). Era llamado "El Espadón de Loja", fue siete veces jefe del Gabinete de Ministros de la Reina y el puntal más firme del reinado de Isabel II; de hecho poco después de la muerte del general, el chusco reinado de Isabel se vino abajo y a la Reina la pusieron en la calle mientras veraneaba en San Sebastián, poniéndose ciega de pintxos de merluza a la vizcaina.
Narvaéz fue el "Sargento de Hierro" del Gobierno, un Clint Eastwood de la España del romanticismo. En cierta ocasión convocó a su despacho al Ministro de Gracia y Justicia para que firmase unas sentencias de muerte. El Ministro quiso negarse -pobre- a estampar su nombre en la sentencias:
- General, mis creencias, mi ética y mi moral me impiden sancionar la muerte de un ser humano; que es lo más sagrado que existe.
Narváez miró al Ministro y expuso sus razonamientos.
- Mire, señor Ministro: con una mano ahora mismo coge la pluma y me firma estas sentencias y con la otra, si quiere, me toca usted los cojones.
Lo más curioso de todo es que Narváez pertenecía al Partido Moderado.

lunes, 1 de marzo de 2010

LA ASPIRINA DE PASCAL


Un pensamiento del cineasta de origen ruso Sacha Guitry (1885-1957), dedicado a todos aquellos para quienes un número primo es un siete con cara de tonto y no son capaces de distinguir una raíz cúbica de un rábano cortado en daditos.
"Pascal combatía el dolor de cabeza haciendo ecuaciones; yo he combatido las ecuaciones con el dolor de cabeza".
Del propio Pascal se decía que, leyendo una obra de Racine, exclamó:
- ¡Es preciosa! ¡Parece una ecuación!
Fijación la de este señor con las ecuaciones, oyes.

domingo, 28 de febrero de 2010

¿TENÉIS MIEDO?


Dominique Jean Larrey (1766-1842), a quien vemos en la imágen trasteando en la cabeza de un paciente, fue un cirujano militar al servicio de Napoléon Bonaparte. Médico conocidísimo en su época, gozó del respeto y la admiración no sólo del emperador francés, si no también de su archienemigo el duque de Wellington.

Entre las muchas aportaciones que hizo Larrey al campo de la medicina se encuentra la creación del primer servicio de ambulancias de la Historia. También era famoso por ser capaz de amputar cualquier miembro del cuerpo en un minuto exacto, algo muy de agradecer en una época en la que la anestesia más sofisticada que existía era morder muy fuerte un palo de madera.

La primera vez que trató al emperador Napoleón fue para someterlo a una sangría. La sangría era un método cruento de medicina que consistía en hacer cortes en la vena del paciente para que expulsase la "mala sangre" que provocaba sus dolencias; los médicos recetaban sangrías como el que hoy en día te receta un Frenadol. En pleno proceso, Napoleón quiso poner a prueba la sangre fría de Larrey.

- ¿No tiemblas de miedo al saber que la salud del emperador está en tus manos, Larrey?

- No, sire -respondió el médico, sin inmutarse-; el que debería temblar es vuestra alteza.

Con un par.

NIHIL OBSTAT



Pío IX (1792-1898) y la Reina Isabel II de España (1830-1904) tenían mucho en común: los dos fueron preeminentes figuras políticas de su época, los dos eran gordos y bajitos y los dos solían vestir con faldas. Además, la reina española era muy beata y santurrona, a pesar de que tenía fama de promiscua (fama que, dicho sea de paso, se había ganado a pulso).

A pesar de su disipado comportamiento sexual, el Pontífice quiso condecorar a Isabel con la más alta distinción concedida por el Vaticano: la Orden de la Rosa de Oro. Cuando Pío IX sopesó la idea con su Cardenal Secretario de Estado, éste se escandalizó y no pudo evitar exclamar:

- Pero, Santidad... ¡Si es una puttana! (que significa exactamente eso que el lector está pensando).

El Papa asintió gravamente y luego, levantando un dedo en actitud preconciliar, respondió:
- Puttana..., ma pia.

Esto es: furcia pero beata. Ante tan contundente razonamiento, el cardenal no encontró nada que objetar y finalmente la Reina fue condecorada. Y punto en boca.

sábado, 27 de febrero de 2010

PROHIBIDO FUMAR (Y DIOS SALVE A LA REINA)


La reina Victoria de Inglaterra (1819-1901) fue toda una precursora en eso de la Ley Antitabaco, algo así como una Trinidad Jiménez decimonónica. A pesar de que en aquel entonces todos los hombres fumaban porque era un signo de virilidad (en las mujeres estaba terriblemente mal visto: una mujer fumadora era como una especie de prostitua a la que encima le olía el aliento a cenicero), a la Reina Emperatriz le irritaba tremendamente el humo de los cigarros.


A causa de ello, se prohibió tajantemente fumar dentro del Palacio de Buckingham. Los invitados de la Reina en los que el vicio estaba muy arraigado las pasaban canutas durante sus estancia en palacio sin poder echarse un cigarrete de vez en cuando. En una ocasión una de las doncellas de palacio descubrió al embajador francés con la cabeza metida en una estufa, dándole al vicio a escondidas.

Cierto diplomático estadounidense despachaba con su majestad cuando se le ocurrió sacar de su bolsillo un puro del tamaño de la pata de una mesa. Ignorando las fobias de la reina, el embajador se metió el puro en la boca y se dispuso a encenderlo. Se hizo un silencio tenso y el diplomático, mascándose la metedura de pata, preguntó:


- Disculpame, Majestad, ¿os molesta el humo?


- No lo sé. Hasta ahora nadie se ha atrevido a fumar en nuestra presencia.


Seguramente las relaciones diplomáticas entre ambas naciones nunca han estado más cerca de acabar en desastre...

¡QUÉ TONTERÍA DE PREGUNTA!


Albert Einstein, científico permanentemente enfadado con el peine, se encontraba en Estados Unidos realizando una gira de conferencias.

Sus anfitriones habían puesto a su disposición un chófer que lo llevaba a todas partes. El chófer era hombre más bien tirando a rústico, pero con una memoria prodigiosa: a fuerza de tener que escuchar una y otra vez la misma conferencia de labios del eminente físico fue capaz de aprendersela palabra por palabra.

En una ocasión el conductor se encaró con Einstein y le dijo:

- ¿Sabe? Eso que hace usted todos los días de subirse al estrado y soltar su rollo no parece tan complicado. Cualquiera podría hacerlo.

A Einstein le divirtió aquel farol por parte del chófer y le retó a intercambiar sus papeles: él conduciría y el chofer daría la conferencia en su lugar la próxima vez. Por aquel entonces Einstein aún no era tan conocido en los Estados Unidos como para que el engaño no pudiese funcionar. El bueno de Albert escucharía la conferencia sentado al final de la sala. El chófer no se arrugó y aceptó el reto.

Llegó el día de la conferencia y el intrépido conductor repitió lo que había escuchado tantas veces, sin dejarse ni una coma, dejando al público anonadado. Sin embargo, uno de los asistentes, con ganas de tocar las narices, interrumpió al orador haciendo una complícadísima pregunta sobre un supuesto físico. El chófer, que no había entendido una palabra, se limitó a asentir con cara de tipo inteligente y respondió:

- Caballero, esa es la pregunta más estúpida que me han hecho en toda mi carrera. Es más, es tan idiota que incluso mi chófer, que está sentado al final de la sala, se la podrá responder ahora mismo sin ningún problema.

Así es como se sale de un trance complicado.

viernes, 26 de febrero de 2010

UN MAYORDOMO FIEL


El conde de Saint Germaine (h. 1696 - 1784) fue uno de los personajes más enigmáticos que rondaron las ya de por sí extravagantes cortes del barroco. Sus orígenes eran inciertos, y lo mismo aseguraba haber nacido en Egipto como ser hijo del último rey de Transilvania. También hacía gala de toda clase de conocimentos esotéricos y herméticos, que decía haber aprendido en el lejano oriente. El conde, además, era prolijo en sus apariciones: no falto quien aseguraba haberlo conocido en la corte imperial Rusa, en Amsterdam, Londres, París o incluso en los Estados Unidos; utilizando diferentes nombres. En Silesia se celebraron funerales por él en 1784, y tres años después se presentó, vivo y coleando, ante la reina María Antonieta de Francia.
Presumía de ser un gran alquimista, y de saber de momoria las recetas de toda clase de filtros: para encontrar el amor, llevar la desgracia a un enemigo, conocer el futuro... y, por supuesto, la piedra filosofal y la fuente de la eterna juventud.
Sus excentricidades hacían las delicias de la decandente nobleza europea. En cierta ocasión relataba a sus invitados una historia referida a Ricardo Corazón de León. Eran tan minuciosas sus explicaciones y tan vívidas las anécdotas que contaba que parecía que el conde había alternado en persona con el monarca inglés, muerto en el siglo XII. A mitad de su narración al conde le falló la memoria y llamó a su mayordomo para que le ayudase a recordar un detalle de su anécdota. El mayordomo, muy circunspecto, respondió:
- Disculpadme, señor, pero no conozco esa historia: yo solo llevo a vuestro servicio desde hace trescientos años.
Todo un récord de permanencia en un puesto laboral.

LAS MUJERES Y LOS TÉCNICOS DE SONIDO PRIMERO





"Tiburón" (1975) fue el primer éxito de taquilla de su director, Steven Spielberg. La película sobre el escualo gigante que aterroriza una playa turística catapultó a la fama al cineasta e inicio la era de los "Blockbuster" o "taquillazos", que cambió la industria del cine para bien o para mal.


Su rodaje, no obstante, fue un suplicio contínuo para el todavía novato director. Siguiendo fielmente el axioma de Murphy, todo lo que pudo salir mal en el rodaje no sólo salió mal: salió peor. Su productor, Richard D. Zanuck (pariente del mítico Darryl F. Zanuck), llegó a plantear durante una reunión: "¿Podéis decirme por qué diablos no debo cancelar esta película y mandar el rodaje a la mierda?".


Uno de los momentos más tensos del proyecto transcurrió durante el rodaje de una escena en alta mar. Para ello se colocó a los técnicos y actores sobre la cubierta del barco en el que los protagonistas intentan dar caza al tiburón, el "Orca"; se tardaron varias horas en tenerlo todo listo, y hubo que evitar mareas, golpes de mar y familias de turistas que pasaban con sus barcos saludando a la cámara. La enésima vez que el director gritó "¡acción!" se abrió una vía de agua en el casco del barco y el "Orca" empezó a hundirse lentamente con todos sus ocupantes, para mayor horror y desesperación de Spielberg y su equipo.


Los cineastas saltaban al agua y se agarraban a cualquier objeto flotante para no hundirse con el barco. En medio de aquel caos, mientras llegaban los guardacostas al rescate, se escuchó el vozarrón de John Carter, supervisor de sonido, chillando a través de su megafono:


- ¡Que se jodan los actores! ¡Salvad al departamento de sonido!


Para tranquilizar al lector diremos que no hubo víctimas, pero fue una clara muestra de que hasta en el cine hay clases.