El señor gordo que aparece en la fotografía es Agustín de Foxá, conde de Foxá (1903-1959), político, diplomático y calavera profesional. Ahí lo tenemos abrazando al torero Manolete (que no es Adrian Brody, por mucho que a alguno se le parezca). Foxá fue un cachondo mental de profesión, protagonista de decenas y decenas de anécdotas jugosas y golfas.
Tuvo sus escarceos con la política, y, de hecho, fue uno de los letristas del "Cara al Sol", aunque nunca perdió un cáustico sentido de la realidad, propio de todo genio. Defenía de esta guisa al Frente de Juventudes de la Falange: "unos niños vestidos de gilipollas detrás de un gilipollas vestido de niño".
A pesar de todo, el Gobierno Franquista contó con él para numerosas misiones diplomáticas. En todas las legaciones Foxá dejaba fama de mujeriego, vividor y amante de los buenos licores. Célebre es la anécdota que cuenta como, estando en un baile de una embajada de sudamérica, Foxá, que ya llevaba encima un melocotón importante, se acercó a la persona que estava a su lado y, muy cortésmente, dijo:
- Bella señorita, ¿me concede usted el honor de bailar conmigo este vals?
- Por última vez, señor Foxá, no le concedo este vals por tres razones: una, porque está usted borracho; dos, porque esto no es un vals si no el himno nacional del Paraguay tres, porque yo no soy una "bella señorita" si no el nuncio de su Santidad el Papa.
Grande Foxá. Muy grande.
No hay comentarios:
Publicar un comentario