Durante el reinado de Isabel II (1833-1868) el "lobby" que tenía la sarten por el mango era el de los militares. De todos los mostachudos generales que gobernaron a taconazos la España decimonónica, el más quinqui fue sin duda Ramón María Narváez, primer duque de Valencia (1800-1868). Era llamado "El Espadón de Loja", fue siete veces jefe del Gabinete de Ministros de la Reina y el puntal más firme del reinado de Isabel II; de hecho poco después de la muerte del general, el chusco reinado de Isabel se vino abajo y a la Reina la pusieron en la calle mientras veraneaba en San Sebastián, poniéndose ciega de pintxos de merluza a la vizcaina.
Narvaéz fue el "Sargento de Hierro" del Gobierno, un Clint Eastwood de la España del romanticismo. En cierta ocasión convocó a su despacho al Ministro de Gracia y Justicia para que firmase unas sentencias de muerte. El Ministro quiso negarse -pobre- a estampar su nombre en la sentencias:
- General, mis creencias, mi ética y mi moral me impiden sancionar la muerte de un ser humano; que es lo más sagrado que existe.
Narváez miró al Ministro y expuso sus razonamientos.
- Mire, señor Ministro: con una mano ahora mismo coge la pluma y me firma estas sentencias y con la otra, si quiere, me toca usted los cojones.
Lo más curioso de todo es que Narváez pertenecía al Partido Moderado.
Ja, ja, ja, ja! Me parto con el genio de Narváez. Y luego se habla de los cojones de Espartero... ¿o era de su caballo?
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