jueves, 4 de marzo de 2010

EL EXTRAÑO CASO DE MOZART Y LOS ESPÍAS CHECOSLOVACOS



"Amadeus" (1984) fue una de las películas de más éxito de Milos Forman. Inspirada en un hipotético enfrentamiento entre Antonio Salieri y Mozart (que nunca tuvo lugar, por cierto), la película es todo un estudio sobre la locura y la obsesiva búsqueda de la inmortalidad.

En el papel del atormentado Antonio Salieri encontramos al actor F. Murray Abraham, cuya carrera posterior ha sido bastante irregular (si es que alguien cree que interpretar a un científico/espiritista/cazafantasmas loco en la terrible "13 Fantasmas" merece ser considerado parte de una carrera cinematográfica decente); sin embargo su interpretación de Salieri es como la copa Danone de nata y chocolate: roza la perfección.

Algunas localizaciones de "Amadeus" fueron rodados en Praga, por aquel entonces la capital del estado satélite soviético de Checoslovaquia. El equipo y los actores fueron alojados en un decadente hotel de la ciudad, tan pequeño que la mayoría se vieron obligados a compartir habitación. A Murray Abraham le tocó como compañero a un miembro del equipo demasiado aficionado a las peliculas de 007, y empeñado en ver espías comunistas por todas partes.

- Te apuesto lo que quieras a que la habitación está llena de micrófonos ocultos -dijo a Murray Abraham en una ocasión. El concienzudo émulo de James Bond puso todo el cuarto patas arriba hasta que, finalemente, bajo una de las alfombras, encontró una extraña placa redonda y metálica, atornillada al suelo.

- ¡Lo ves! ¡Lo sabía! Estos comunistas están grabando todo lo que decimos.

A pesar de que Murray Abraham no estaba muy convencido, se prestó a ayudar a su compañero a desatornillar aquel extraño artefacto y destruírlo. Con la ayuda de un cuchillo fueron quitando los apliques uno tras otro, con gran trabajo y dedicación. De pronto, al retirar el último tornillo, se escuchó un estruendo espantoso que venía del piso de abajo, como si hubiera reventado una cristaleria.

Lógico: el "micrófono" que los intrépidos cineastas habían desatornillado era el agarre de la lámpara de una de las suites del primer piso.

Murray Abraham cuenta que ante aquel hecho reaccionaron de la única manera posible: se hiceron los suecos y bajaron a cenar como si nada hubiera ocurrido. Faltaría más.

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