martes, 2 de marzo de 2010

¡SEÑOR, SÍ, SEÑOR!


Durante el reinado de Isabel II (1833-1868) el "lobby" que tenía la sarten por el mango era el de los militares. De todos los mostachudos generales que gobernaron a taconazos la España decimonónica, el más quinqui fue sin duda Ramón María Narváez, primer duque de Valencia (1800-1868). Era llamado "El Espadón de Loja", fue siete veces jefe del Gabinete de Ministros de la Reina y el puntal más firme del reinado de Isabel II; de hecho poco después de la muerte del general, el chusco reinado de Isabel se vino abajo y a la Reina la pusieron en la calle mientras veraneaba en San Sebastián, poniéndose ciega de pintxos de merluza a la vizcaina.
Narvaéz fue el "Sargento de Hierro" del Gobierno, un Clint Eastwood de la España del romanticismo. En cierta ocasión convocó a su despacho al Ministro de Gracia y Justicia para que firmase unas sentencias de muerte. El Ministro quiso negarse -pobre- a estampar su nombre en la sentencias:
- General, mis creencias, mi ética y mi moral me impiden sancionar la muerte de un ser humano; que es lo más sagrado que existe.
Narváez miró al Ministro y expuso sus razonamientos.
- Mire, señor Ministro: con una mano ahora mismo coge la pluma y me firma estas sentencias y con la otra, si quiere, me toca usted los cojones.
Lo más curioso de todo es que Narváez pertenecía al Partido Moderado.

1 comentario:

  1. Ja, ja, ja, ja! Me parto con el genio de Narváez. Y luego se habla de los cojones de Espartero... ¿o era de su caballo?

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